Antes del atardecer, fuimos en busca de una roca bañada por una lluvia torrencial, resbaladiza, en partes brillante, que estaba en el medio del verde donde se escuchaban cantos lejanos. Debido a la humedad, cierta bruma se acercaba. Y nos pusimos a ver lo que declina en las ramas. El río cada vez más pálido invitaba a mirarlo.
Hablamos de remar por los canales. “Nunca supe dónde acaban”, dijiste. Entonces. comenzaron a cantar las ranas mientras la luna por momentos permanecía oculta y por otros se mostraba.
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