Quiero creer que tal vez dentro de poco tengamos esa suerte. La misma que tuvimos un atardecer que los pájaros pasaban por el jardín, elegían una rama, trinaban, aprovechaban los últimos instantes porque la tormenta se acercaba. Esa noche, me levanté ansioso por las pesadillas y fui hasta la galería a buscar un poco de aire. No paraba de llover y meditar me resultó imposible, y de pronto un relámpago cruzó mis ojos cerrados y no sé por qué pedí una señal. Algo que demostrase que mis esfuerzos valían la pena. Pero solo siguió lloviendo, así que resignado agradecí eso.
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