Estuve debajo de una enorme
plancha de concreto
que tapó mis sentimientos de rabia
en torno a lo que no podía ser
motivo de queja.
Sobre lo que no podía salir.
Una rabia inmensa a punto de explotar,
tenía. Solo eso. Y entonces un día,
sobre la plancha de concreto,
buscando restos de comida,
una rata se quedó quieta
en el centro de esa plancha
con una aparente sonrisa.
Pelos grises en su cuerpo
menos en su cara y en su cola.
Y se quedó quieta pidiéndome
que la deje seguir camino.
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