Esperaba en mi balcón
la llegada de un pájaro.
No sabía si sería pronto,
pero confiaba que mi oído
sería capaz de volverse
un zorro en el bosque
hasta captar a lo lejos
el canto de uno.
Y entonces gracias a la dulzura
de ese canto dejaría atrás
un imagen: el hombre siniestro
que venía ir y venir
desde mi ventana.
No hay comentarios:
Publicar un comentario