sábado, 21 de octubre de 2023

Pero los días felices

 

Pero los fuegos felices se acabarían y de nuevo vendrían los días de pruebas y exigencias. Trabajar para emerger con un nombre. Adquirir una visibilidad, cierta fama. No sabría cómo llamar ese periplo que involucra trasladar nuestra pasión a otros… En todo caso fue un tiempo que nos pareció denso e ingrato, aunque incluso en los peores días nos esforzamos por superar nuestros humores y las malas miradas que asomaban en ese modesto departamento donde vivíamos. Ese departamento que, al menos en mi cabeza, era cada vez más diminuto y donde sus paredes se volvían cada vez más opacas. 


Por entonces, en el frío de la noche, salía a caminar junto al río y me fijaba en algunas ventanas iluminadas de los edificios. Algunos me parecían casi palacios y en algunos, cuando las cortinas no estaban del todo corridas, divisaba a los ocupantes: ¿Qué vidas llevarían esas personas que podía ver tan pocas veces a la distancia? Y después en mis pensamientos pasaba a tantas otras cosas que no tienen respuesta: ¿Cuánto demora uno en apropiarse de un paisaje? ¿Cuánto lleva conocer un lugar, tenerlo con uno? ¿Y cuándo se pierde? Porque eso también ocurre. Así como uno logra conquistar un paisaje, también se lo pierde por movimientos íntimos. Y eso temí que eso nos pasase a nosotros. Temí que por esas cosas misteriosas que tienen los días, nuestro camino se divida, o que con el paso de los días llegue a desaparecer. No de pronto, más bien de a poco. 

 

 

 

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