Esa tarde la habíamos pasado en lo alto de la montaña sorprendidos porque no se escuchaba ni un pájaro; apenas el ulular del viento. Así que por un buen rato, sobre una roca, vimos lo terroso y lo rojo de las montañas. Y después, maravillados por el silencio, supimos que a lo lejos todo era frío y salvaje y a la vez calmo...
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