sábado, 16 de diciembre de 2023

Nuestra perra Laika

 

En ese tiempo, había empezado a pintar la serie inspirada en el día de los muertos. Fue un verano después de que volvimos de México. Me fascinaba entonces usar la proximidad inquietante del negro junto a los fuegos artificiales. Un cuadro así, decía, exige aprovechar cada oportunidad para captar la luz. Por eso ciertos grises se volverían celestes y verdes hasta adentrarse en el negro de la noche. Y abajo, se vería la carpa de un circo pintada con rojos y blancos. La imagen de algo soñado… No es fácil encontrar una escena así…, dijiste, una ensoñación es algo complejo de pintar. Quiero decir: es difícil pintar por ejemplo la noche que vimos a nuestra perra moviendo la cola junto a un roble desplomado sobre nuestra vereda y parte de la calle. Me acuerdo que esa noche porque es cierto: parecía que vivíamos un sueño. Durante una tormenta escuchamos la caída del árbol y salimos a la calle. Para entonces, se había cortado la luz y las pocas luces venían de los autos. Y entonces, en la penumbra, con pasos asombrados, caminamos entre ramas y hojas caídas y al final, moviendo la cola, con cara de circunstancia, como decías, encontramos a nuestra perra Laika. 

 

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