viernes, 5 de enero de 2024

Porto 31 de diciembre 2023

Amanezco después de una noche con gripe. En la mitad de la noche no pude dormir por los ruidos de unos  jóvenes que hablaban cerca en algún lado. No hablaban demasiado alto, pero mi oído es muy atento. Mi cuerpo entero lo es. Debo agradecer eso y no sufrir tanto. 

Caminata hasta la Catedral de Porto -que está cerrada-. Está en un lugar alto. Las vistas de la ciudad, de sus casas mayormente, de su río, ayudan a valorar el sitio. Un guía a un costado, en inglés, con acento muy tosco, explica que más abajo estaba el barrio judío. Veo un candelabro gigante en el medio de la plaza seca que me resulta excepcional. Es en piedra. Bajamos. Una señora de edad, bajita y de pelo muy corto, baila en esos pasillos que ofician de calles y bajan. Otra saluda desde una ventana. Un tipo de alegría muy similar a la brasileña. Ahora entiendo mejor. Hay muchas plantas a los costados en las salidas de cada casa. 

Por fin cruzamos el puente y más fotos ante vistas vistosas. Almuerzo en el Yeatman Hotel. Para llegar tomamos el pulso de las calles de Porto y sobre todo espacios más residenciales, mezclados con industrias abandonadas. El hotel está muy bien situado. Tiene una decoración cercana al siglo XIX que pretende un refinamiento que no termina de lograr (porque el hotel ciertamente no es antiguo). Hay un hombre, en la mesa contigua a nosotros, que parece interpretar el rol de un crítico gastronómico. Anota con una pluma en una cuaderno sin renglones sus impresiones mientras alza la copa de un vino. Después, recibe un arroz en una paellera y come con lentitud pendiente de una puerta a su derecha que un empleado del hotel no ha terminado de cerrar bien. Me resulta algo patético ese hombre; su performance afectada...

Vuelta a la vera del río y por fin, después de cruzar de nuevo el puente, una ardua subida con mi familia y una familia mejicana. Vamos de vuelta a nuestra casa momentánea.

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