Y repitiendo una frase, en un recodo de la noche, vi a la tortuga que de pequeña era simpática y al crecer se hizo adusta y me vigila, y a ese animal, que me pareció divino, le pedí ser escuchado por quien permanece en el silencio que ni los perros rompen. O al menos, que sea el ángel guardián que mira el mar antes de que llegue la noche.
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