Esa tarde, durante la cacería con tu abuelo, mi atención iba hacia una rosa silvestre que crecía bajo unas acacias. Para entonces, entre unos espinillos, a la espera de un jabalí, tu abuelo sostenía una escopeta calibre doce. Recuerdo bien cuánto me angustiaba su entusiasmo. Pero pensé que mis arranques de angustia se irían con los años. Creía que iban a perder sustancia.
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