Y después, con el sol ido, en el camino de vuelta a la casa, vería el gran olmo donde cerca estarían unos sapitos buscando un haz de luz que los reflejase. Y quiero creer que tal vez dentro de poco tengamos esa suerte. La misma que tuvimos un atardecer en que los pájaros pasaban por el jardín, elegían una rama, trinaban, aprovechaban los últimos instantes. La tormenta se acercaba.
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