Esa tarde, leo ahora en un cuaderno donde anotaba distintas cosas, mientras pedaleaba, veía unos niños que para evitar la lluvia se ocultaban en el jardín vecino bajo grandes hojas “oreja de elefante” y, según avanzaba, el canto de los pájaros me relajaba y el aire cada vez más frío volvía los sonidos más lejanos.
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