Mucho antes, en un lugar con grandes ríos:
“Esa nube tiene una forma perfecta”, dije mientras sostenía tu mano. “Es para conocer tu cuerpo”, agregué cuando te internaste en el parral y rodeada de uvas, mirándote a los ojos, convencido de que no ibas a ceder, te pedí que no te fueras.
“Tranquilo. No me voy”, dijiste.
Agradecí mucho esa respuesta. “En el amor la clave es la entrega puntual...”, recordé, pero para entonces ningún discurso importaba.
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