El momento que hoy más busco, tal vez,
es cuando puedo ir a almorzar a un restaurant
sencillo. Una barra, poco espacio, sobre una peatonal,
atendido por un dueño que tiene mi edad,
se formó en una cocina de Italia
y le gusta la música que a mí me gusta.
Más no puedo pedir. Llego a la hora del cierre,
almuerzo en una silla en la barra que
por ser la última tiene un escalón a mi costado
en el que puedo apoyar una pierna
y con todo el cuerpo para atrás, sentado en la silla,
echarme y lograr una pose relajada que debe ser
la envidia de todo el que pasa por la calle
y me ve a mí mirándolos a ellos,
recostado, feliz, contemplativo, escuchando
una música suave. Por instantes, también calmo,
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