Cinco de la mañana. Lluvia que cae
con violencia y me da una sensación
de bienestar y al mismo tiempo,
por momentos, cierta inquietud
por la tensión eléctrica en el aire.
Después, mucho después,
logro dormirme y sueño
con episodios truculentos
y me despierto con una opresión
muy arraigada que me deja mirando
unas estoicas palomas que soportan la lluvia
en la cúpula del magnífico edificio de enfrente.
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