Días gris encantador y frío también.
Miro por la ventana y la estela de humo
de un edificio lejano, me lleva a la infancia,
casi de la misma manera que me convoca
el canto de un gallo que a veces siento
en la casa de mi infancia a la que voy
los fines de semana, y que ahora ya no está
rodeada de campo sino de tantas otras casas.
Y sin embargo, me digo a veces por la mañana,
sigue ese canto, a mucha distancia, bien temprano,
un signo de que hay algo precioso que me llama,
encarnado en ese gallo, que vive ajeno
en un lugar distante que para mí es cercano.
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