Los cuervos, alterando los graznidos, descienden hacia las tumbas junto a la iglesia. Una de las señoras que salen de un edificio, cuya entrada está en los jardines del cementerio, los imita; sus compañeras no dicen nada.
Los mismos jardines tienen unos bancos que miran hacia unas tumbas que ostentan cruces grandes y redondeadas con bordes dorados. Cae la tarde y el gris recibe las primeras luces.
Con lentitud, los cuervos tienden a elegir el silencio...
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