En el puesto, ubicado más allá de una ruta por la que entonces casi no pasaban autos, habíamos echado unas mantas adentro. Inexpresiva, dijiste: —Ahora nosotros también vamos a dormir… Lo más increíble, es que ese recuerdo ahora viaja como una forma de aliento. Son como ráfagas de imágenes que intentan recrear hechos. Y lo mismo me pasa con el panal que prendimos fuego por sugerencia de tu abuela. Primero lo rociamos con alcohol y, a buena distancia, como le tiramos un paño encendido, el panal empezó a arder. Pronto, cuando las abejas volaron hacia nosotros, corrimos hacia la pileta con el alcohol y los fósforos en la mano y, al fin, riéndonos, nos tiramos al agua.
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