Una nube sobre el río, pequeña y redondeada, con lentitud, comenzó a navegar sobre el agua, la oscureció y a mí me dio la impresión de que el río era el lomo de un buey gigante pastando. Pensé en comentártelo cuando llegases. Pero miraba a lo lejos y no había novedades. Y no podía dejar de escuchar una música estruendosa que llegaba desde una casa lejana. Y con el correr de los minutos, cada vez más ansioso, esperando que alguien la apague, no dejaba de repetirme que debías llegar de un momento a otro. Solo cuando llegases, me decía, voy a sosegar al león que veo ir de un lado a otro por la jaula de un castillo medieval.
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