Voy con mi perra hasta el final del campito.
Cae el sol a mi derecha y a mi izquierda la luna
sube al punto que, iluminada y casi llena,
muestra sus formas más preciadas y más oscuras
que se extienden por su redondez hasta armar
dibujos chinos . Abajo, en unos álamos
carolinos particularmente grandes, varios tordos
despiden el día con sus cantos. Y más abajo,
unas cañas se mueven por el viento.
Debo repetirme hasta el cansancio
que soy un privilegiado por captar esto
que cuento.
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