domingo, 15 de septiembre de 2024

Los galpones de gallinas

 

Volví a los galpones de gallinas después de tanto tiempo. El camino que sale del pueblo estaba embarrado, pero continué sorprendido por la visión de la basura al costado del camino y crucé la ruta para comprar agua en una parrilla que tiene éxito entre motociclistas y gente que escapa de la ciudad. Poco después, seguí hasta los galpones por el campo, pero al toparme con el cadáver de un zorro (o tal vez el de un gato, estaba tan aplastado que me fue imposible saberlo), me quedé apesadumbrado. Una vez, mi padre me comentó que morir será un recuerdo imposible. Sin embargo, persistía en mi cabeza la visión de ese cuerpo aplastado y podrido. De manera que, para distraerme, miré las piedritas en el camino y seguí hasta unos espinillos donde, una vez sentado junto a ellos, tomando el agua, vi llegar los pájaros negros que tienen un gorjeo dulce y andan en grupos de treinta a cincuenta. 

 

Casi enseguida, escuché un motor lejano: una avioneta pasaba entre las nubes. Entonces, me acosté en el pasto y, cerrando los ojos, me puse a escuchar cómo se perdía el sonido y gracias al viento solo quedaba el murmullo del pasto. Recién entonces tu cara estuvo de nuevo conmigo. 

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