Lisandro, mi amigo del vivero,
me explicó que las ardillas
que ya son una plaga, los trajo
a la zona un descendiente de escoceses
que vive subiendo el río Luján.
Parece ser que el hombre
trajo cinco de mascotas y, al tiempo,
cansado, las liberó y después
ellas se expandieron
por las zona y cada vez crecen más.
Es como un mini dios, se me ocurre decir.
Y mi amigo contesta: En todo caso,
un dios inconsciente del daño
que produce y va a producir
una vez que se haya ido
de este mundo.
Una conclusión que me deja
atento a los brotes en las plantas y árboles.
Se acerca la primavera.
Cierro los ojos. Quiero abstraerme
del descendiente de un escocés y sus ardillas
y para eso siento unos pájaros, y al viento que mueve
un olmo erguido a metros mío.
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