viernes, 4 de octubre de 2024

Catedral Kreuzberg

 

Hay una catedral en Kreuszberg, no mucho después de cruzar el río, y ahí vamos. En el trayecto, una madre le advierte con severidad a su hijo que no tire unas piedras diminutas (que tiene en la mano) hacia la calle. Después, nos cruzamos con otra madre que tiene una bicicleta en cuya parte de atrás lleva a su hijo. Veo que hace una seña para naturalidad para indicar que va a doblar. A nuestra derecha, entre dos calles, hay un espacio delimitado con alambres que parece ocupado por alguien que ha puesto sus cosas viejas, ha sembrado sus plantas, y ellas han crecido. Pero no veo a nadie a la vista en el lugar.

El interior de la iglesia, que es luterana, en su interior, tiene unos cuadros geométricos, con dibujos de cuadrados realizados con los colores mismos, y con tonos vívidos. Saludo primero que nada a un hombre que custodia la entrada fijo en un celular. Entre un joven que, por su atuendo, viene de correr, prende una vela y se pone a rezar. Una joven de aspecto indio hace lo mismo. Yo también elijo una silla del fondo para contemplar todo en silencio. 

Casi en la entrada, veo unas fotos que muestran los duros tiempos de la guerra fría. El muro, la división. 

Después, el joven de la entrada, que al principio estaba absorto en un juego en su celular, cuando me retiro con amabilidad me abre la puerta. Me pregunto entonces qué será de su vida y por qué estará de custodio en una iglesia... Los vaivenes de las vidas... 

Caminamos a continuación con mi pareja por el parque hasta el final y doblamos a la derecha. Unos hombres de aspecto africano cantan con felicidad en una esquina. Pero es más bien un lugar con impronta turca por lo que veo, y me pregunto entonces por qué ese lugar me parece un espacio poco sonriente... Después, encontramos un negocio de cómics y mangas japoneses en donde compramos algo a nuestra hija, y seguimos camino. Los edificios se vuelven, con el correr de las cuadras, más altos y modernos. 

Tomamos un bus y al poco rato entran en él un padre y un hijo mejicanos -lo noto por el acento-. Hablamos con ellos un poco acerca del sistema de pago de los boletos y por fin nos bajamos en el museo. La muestra de Haas, un retratista del siglo XVIII está muy bien lograda. Es lindo ver a las personas de ese tiempo en un modo tan cierto, tan vívido. Pero con el correr de los cuadros, la cuestión empieza a decaer en mi cabeza y prefiero volver a donde está el arte del siglo XIII y XIV, con sus representaciones con colores vibrantes y sus figuras rígidas al punto de resultar un tanto infantiles... 

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Mons Klint

Andamos un rato por el parque hasta llegar a la costa. El mar tiene una mezcla de ceniza y de celeste turquesa, pero solo al principio, más ...