Te sentías mejor
gracias al aire templado
en la noche quieta.
Esa tarde los grillos cantaban,
los plumerillos apenas se movían
y el camino recorrido durante
tantos días te llevaba
a un palacio en la montaña.
Son las seis y veintidós de la mañana. Me desperté por segunda vez en la noche, como tantas veces, inmerso en sueños implacables, continuos,...
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