Soñaste que subías la pirámide de Chichen Itzá una noche de luna llena. En lo alto, el paisaje dejaba atrás todo vestigio de realidad y se convertía en un paraíso pintado, un lienzo del Renacimiento donde se intuía una presencia entre la selva —un semidios, tal vez— que no llegaba a mostrarse del todo.
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