El público se reacomoda. Un lacayo sale al escenario y, con voz aflautada, dice: “La representación que ustedes acaban de ver se trató de un sueño”. Va hasta un rincón y ordena unos leños en una chimenea inmensa. Enciende un fósforo y se distancia del fuego. A medida que se aleja, gracias a las luces, notamos que, en un sillón, cerca de la chimenea, una mujer amamanta. La mujer tiene facciones demasiado suaves para ser rusa, tal vez sea escandinava. Arranca un piano y, en otra parte del escenario, iluminado, de pie, vemos a un militar que es panzón, tiene bigotes con puntas y un monóculo. Mirando a la mujer a la distancia, enciende un cigarro y parsimonioso contempla la escena. A los pocos instantes, una vez devuelto el niño a la cuna, la madre se arrodilla frente al hombre, le baja el cierre y comienza a hacerle una felatio. Y en eso un piano, de acuerdo con el ritmo de la mujer que lleve la mujer, suena cada vez más dulce mientras el hombre sigue fumando. Al final, al tiempo que sigue con un movimiento lento, la cabeza de la mujer termina iluminada. Aplausos.
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