Desde lo alto, a lo lejos, veía el mar
mientras el viento arreciaba algo frío,
pero no mucho, y la mañana avanzaba
en su tarea de limpiar al cielo de las nubes
después de una tormenta. Los pájaros
iban y venían y los templos griegos
tenían cerca de ellos un verde vívido,
floreciente, que en ciertas partes tendía
a lo oscuro debido a unas nubes
que no se habían ido del todo.
Lo mejor está por venir, pensó.
Voy a cambiar como lo hace el paisaje.
La tormenta será el punto de inflexión.
En el futuro recordaría esa mañana
para que el sentimiento le permitiese
enfrentar los cambios con alegría.
Decidió incluso anotar ese juramento.
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