lunes, 27 de enero de 2025

Catania. Piedras volcánicas

Veía a unos niños, en colegio enfrente,

no tendrían más de cuatro años, extasiados 

con el hecho de tener un cuerpo y usarlo 

para experimentar sensaciones 

que les parecían nuevas, simples

y divertidas,  bajo un cielo que se abría 

por momentos y por otros se cerraba un tibio 

día de invierno en la ciudad de Catania.


Pensaba, viéndolos, en que siempre quiso 

tener su cabeza alineada con el cuerpo 

de manera tal que ella fuese guiada 

por las sensaciones y no por ideas

que no sabía de dónde provenían 

y que lo mantenían atado a una pared 

de piedras volcánicas, tan visibles en la ciudad, 

que habían sido expulsadas por un fuego

y del que alguna vez habían surgido los palacios 

que admiraba porque languidecían 

al punto de volverse más preciosos. 


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