Mientras sube uno a uno los escalones
de las afuera de Ragusa Ilda trata
de llevarse los instantes que sabe
son muy pocos y casi justifican
los que en su vida no tienen
un ímpetu siquiera parecido
al momento que vive de pronto
cuando el sol se va y los pájaros
lo saludan un día como tantos miles
de millones de otros que, en este caso,
se diferencia con el hecho que él ha paseado
con su mujer y con su hijo por jardines
que miran a colinas y después ha transitado
por calles donde se esforzaron artistas,
constructores, obreros y tantas otros,
al punto que han llegado a tocar la fuerza
que tiene guardada y que por obra
de millones de años se asomó
para escuchar a los pájaros
de manera de sacarle el máximo
beneficio a lo que queda del día.
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