Todas las molestias, las preocupaciones y las ansiedades y las angustias, no van a ser nada frente al final, al que vas a asistir, tarde o temprano, de la mano de alguien, o en soledad, de un día a otro, o por un espacio de tiempo extenso, feliz, o infeliz. Nada de eso, de ese último suspiro, se va a poder comparar con el fin de la consciencia actual. No tener más un cuerpo. No ser lo mismo. Abandonar las cadenas y las libertades para adentrarse quién sabe dónde y cómo y para qué. Las preguntas son siempre las mismas acá y allá. No sé sabe más bien nada de la existencia. Ese es el encanto de todo. De ahí nace la magia.
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