Muchas veces a lo largo de los últimos años, pensé que es una pena no haber desarrollado ciertos talentos. Para empezar, los artísticos. Me pareció que tenía, y que todavía tengo, algunas condiciones por desarrollar. O al menos que podría aprovechar mejor. Sin embargo, ahora me doy cuenta, pasados los 50, que las medidas de las cosas no tienen demasiada importancia y que es un error concluir tantas cosas en función de ciertas medidas. No me había dado cuenta de que incluso la medida de la felicidad, del éxito y de la plenitud, no deja de estar vinculada a una absurda cuestión de tamaño o despacio, de intensidad, de potencia. Todo tipo de elemento siempre es sopesado por su cantidad y eso incluye incluso a la calidad. Porque incluso la calidad es evaluada por su medida: puede ser alta, media, baja. Medidas y más medidas que intentan ocupar el espacio que en el universo no tiene fin.
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