Hoy, más temprano, me puse a escribir y luego a contrastar esa escritura con el chat inteligente. La verdad es que entablar un diálogo con él me da la pauta de que en cierta forma nosotros mismos somos una especie de chat inteligente. Digo esto porque, en el fondo, él reflexiona a partir de una enorme cantidad de información y de secuencias lógicas incorporadas, que le otorgan un margen de autonomía limitado no tan distinto del nuestro. Siempre me he preguntado hasta qué punto podemos ir más allá de toda la información, los estímulos y las estructuras que hemos absorbido. ¿Cuánto margen de autonomía tenemos frente a esos condicionamientos? ¿Qué grado de libertad real nos queda para crear algo verdaderamente propio, algo apenas próximo a la raíz de un árbol?
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