Por mucho tiempo estuve empecinado en volver atrás, en recuperar algo de otro espacio, de otro ritmo, en no perderlo del todo, porque ese final me parecía inmerecido. No había razón atendible que justificase que ese espacio divino quedase atrás, y por eso debía volver, reintegrarse a la realidad, como si así lo dramático pudiera aflojar.
Así perdí décadas como quien espera con su caña un pez que jamás muerde el anzuelo.
Y todavía espero que esa bolla que observo en la superficie calma del agua se mueva, que regrese el pez al anzuelo. Pero no lo hace y sé que nunca lo hará.
Aun así, la sola idea de ver la bolla moverse me mantiene absorto en la superficie, enamorado del movimiento del agua.
No hay comentarios:
Publicar un comentario