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domingo, 5 de octubre de 2025

Había caído el sol

 

En la orilla, veías el mar 

a la espera de una tormenta 

mientras tus hijos jugaban 

a un costado. Pensabas 

en tu padre y en sus éxitos. 

 

Después de todo —te decías— 

es mejor vivir en los márgenes 

sin un logro específico y rutilante.

Fuera de historias que te mantienen

rehén de discursos que alimentan 

sistemas de poder, pero enseguida,

inseguro de ese camino 

te preguntaste si esa falta 

de metas, no era la razón 

de la distancia que ella 

ahondaba una y otra vez. 

 

A ella los años le habían dado 

un empeño terminante. Un sólido 

bienestar a costa de una insensibilidad 

cada vez más grande. O tal vez 

tenía una pasión por su trabajo 

que envidiabas. Cada día, acorde 

a sus logros, ponderaba 

más su profesión 

complacida con un ascenso.

 

Dormías cada vez peor 

implicado en la lucha 

por superar los efectos de una cabeza 

que repetía, no sabías por qué, 

la altiva prestancia de unos caballos 

que habías visto sobre los adoquines 

del centro de la ciudad. 

 

Había caído el sol y mirabas 

la luz del faro de pie en la playa:

desaparece, renace, se comba 

y vuelve a desaparecer.

Parece que late. 

Con tus hijos, descalzo, 

disfrutabas de la suavidad 

de la arena gracias al verano 

mientras ella 

caminaba ajena.

 

 

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