A través de unos arbustos oscilantes
viste a dos monjes caminando en silencio.
Te imaginaste su vida.
Como estaba prohibido acercarte a ellos
o al monasterio, despertaron tu imaginación.
Las escenas continuaron
hasta la caída del sol y, después,
ya en la oscuridad, volviste
al pequeño cuarto de la hostería
a buscar lo que llamabas “amor.”
Querías estar bien con los otros,
pero no ocurrió nada,
ni ese día ni los siguientes,
y volviste a tu casa convencido
de que unos meses en la montaña
no eran bastante.
De ese intento pasaron veinte años,
y podría repetirse la misma escena,
solo que ahora te sentías capaz
de caminar por la rambla con tus hijos,
jugar en la playa,
y mientras pateaban una pelota,
sentir que entre ustedes
había un entendimiento.
Caso contrario,
¿por qué tendrían
un código especial para hablar?
No hay comentarios:
Publicar un comentario