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lunes, 22 de diciembre de 2025

El vegetariano

En mi oficina tengo la reunión con las abogadas. Debo hablar con ellas de las perspectivas para el año que viene, y sobre todo de sus participaciones en las ganancias. Intento ser preciso con mis palabras. Sin embargo, apelo a las metáforas. Al final, me queda una sensación de incertidumbre respecto de mi actuación mezclada con cierta satisfacción por el resultado. No sé por cuál de los dos extremos inclinarme. Como si la incertidumbre no generase la fuerza creativa. Pero algo en mi cabeza se rebela. No le gusta asumir riesgos inesperados. Su poder de adaptación es bastante limitado. Opto por ir a buscar comida a un lugar atendido por un chino que conozco hace muchos años. El restaurante de mi amigo permanece cerrado porque vacaciones. Viajo con su hija a Nueva York. Regalo de quince años. En el trayecto me altera el hambre. Se ha hecho muy tarde. Tres y media. Tal vez por eso el local del chino está cerrado. Miro un poco. Más adelante hay un cartel. Otro restaurante vegetariano. Recuerdo haber comido ahí con un amigo hace años. Entro. El local es antiguo. Me gusta porque hay una barra con un pizarrón pequeño. "No hay wi fi, charlen entre ustedes", se lee escrito con distintos colores. "No hay wi fi" en roza y "charlen entre ustedes" en amarillo. Me siento junto a la ventana. Un joven educado me trae el menú. Eligo un plato y voy al baño bajando una escalera pronunciada. Luego opto por mirar por la ventana. Quiero ver si soy capaz de mantener mi atención en la gente que pasa. No quiero mirar el celular. Analizo un poco el panorama. Tengo un edificio que es un garage enfrente y otro de departamentos. El segundo piso tiene una ventana más chica que el resto de los departamentos. Me resulta extraño. No recuerdo haber visto algo así, me digo. ¿El motivo? No logro imaginarlo. ¿Quién puede haber querido achicar una ventana? Miro un poco más; como si la visión de esa ventana reducida tuviese la respuesta. Pero no aparece. Ni una idea. Al fin, llega mi plato; sustancioso y logrado. Tiene sabores diferentes a los habituales en esta parte del mundo. Entran dos jóvenes y se sientan en la mesa de al lado. No terminan de levantar mucho la voz; su presencia es agradable. Hablan un proyecto laboral con bastante tensión y a la vez interés. Son jóvenes; una fuerza los hace darle un envión a lo que dicen (tal vez desproporcionado). Termino mi plato y miro un poco más por la ventana. La gente que pasa también me interesa, pero opto por mirar el cielo. Se vislumbra sobre un edificio un poco más bajo un día espléndido. Siento una tristeza suave por estar donde estoy, alejado de los árboles; pido la cuenta. Mejor volver a mi oficina, que está justo en la esquina de la plaza. No mira directo como tanto quisiera pero está ahí, a un paso.

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