En un semáforo, frente al telo, le dije a
una compañera de trabajo si no quería entrar
y me miró atónita; agregué: A pasarla bien,
y como me volvió a mirar raro, terminé diciendo:
Te estoy invitando a garchar linda, no a un rito
satánico y puse primera con el verde del semáforo.
Al llegar, ella se bajó sin decir nada. Primero
supuse problemas pero enseguida me di cuenta
de que estaba contento, como si el asunto
sexo se hubiese desligado de cualquier
resultado y estuviese en su dimensión,
al fin, libre, espléndido, volando.
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