No hay otra cosa; una pluma cae hacia el piso. Que
es el mar, transparente. Una noche de verano, que no tiene viento, ni voces, ni
otra cosa. Sólo pequeñas olas. Llegan a una costa que exige caminarla porque
tiene de tanto en tanto cartas y fotos. Relatan lo que les pasó a quienes nos
antecedieron. Veamos. El relato no es muy diferente al nuestro. Repetimos
nuestra condición en lugares que no podemos nombrar. Imaginamos cosas, tenemos
deseos que no podemos cumplir, y nos conformamos menos de lo que debiéramos. Y a
nuestro lado hay guacamayos multicolores, y no dicen nada.
viernes, 28 de diciembre de 2012
Suscribirse a:
Enviar comentarios (Atom)
Cuando apareció la primera estrella
Esos días tus padres volvían a organizar los tés de invierno con la chimenea prendida. Supongo que para imitar a tus abuelos cuando hace t...
-
El genio rockero me miró con sorpresa y después, víctima de cierta discordancia, tentado, me respondió: “Okay my lord”. Se volteó y preguntó...
-
La suficiencia para hablar debería ser desterrada de todos nosotros en la medida que el alcance de la palabra se limita a u...
-
El estruendo interno como fuente de toda perseverancia así debería ser, así deberían consumirse los días y los cigarrillos imaginarios que...
No hay comentarios:
Publicar un comentario