La autoridad propia
como motor de un poder que arrastra
distintas clases de insectos.
Pululan por nuestra querida selva
y se anima a tocarnos los pies.
Son los resabios de un cultura
que está, en esencia, en la mesa de tomar
el té que usan las viejas de alcurnia
un tanto barata en la periferia
de la plaza que tan bien conocemos.
Es tan hermoso pensar en los amplios
departamentos venidos a menos.
No hay palos en estas ruedas
como no hay una estética que se precie
en nuestro puerto.
Es todo muy distinto a oriente
o incluso al norte
toda una serie de lugares
en donde la afectación es otra.
Archivo del blog
lunes, 6 de julio de 2015
Suscribirse a:
Enviar comentarios (Atom)
El examen
Optamos con mi hijo por ir a desayunar afuera, justo en la mesa que ocupa el vértice entre la galería de un costado y mira de frente a la s...
-
El genio rockero me miró con sorpresa y después, víctima de cierta discordancia, tentado, me respondió: “Okay my lord”. Se volteó y preguntó...
-
Una vez levantado de la siesta, y luego de quedarme mirando el techo un buen rato, decidí que lo mejor sería terminar algunos dibujos que te...
-
Viajo junto a un hombre pequeño, de mirada afable, con un gesto de humanidad comprensivo con el prójimo. O al menos lo supongo cuando lo s...
No hay comentarios:
Publicar un comentario