Ella se alza espectacular como una
sandía consumiéndose por el frío
de hielos que la recubren en una olla
inmensa al borde de una pileta
situada en un lugar pletórico
de bananeros y árboles de café.
Son las seis y veintidós de la mañana. Me desperté por segunda vez en la noche, como tantas veces, inmerso en sueños implacables, continuos,...