Vuelta
por la antigua calle de siempre
y
después un poco de charla con un portero,
con
cualidad de líder, que trabaja en un edificio vecino.
Y más
tarde, el paseo con mi hijo y la perra, y las jóvenes mujeres
atractivas
y renuentes que pasan, y los jóvenes vagabundos,
cerca de
los basureros, que te piden algo, y los turistas
que
salen del hotel rutilante en busca de más cosas.
Me
detengo a ver unos cuadros en una galería.
Busco
algo que me aleje de esos sentimientos trágicos
que no
sé muy bien a qué responden.
Siempre
pensé que una respuesta certera
podría
desarmarlos. Ahora no pretendo tanto.
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