Después de convivir unos días
con un hombre supuestamente iluminado
adquirí sensaciones espléndidas
basadas en la dimensión humana
de sus flaquezas, de sus dulces imperfecciones
que se derramaron como rosas blancas sobre mis pies,
que adorables, las tocaron un poco.
Ahora lo sabemos. No hay amigos imagen
ni idea, ni mucho menos una conducta
útil para alejarnos de las dimensiones misteriosas
que por todos lados nos circundan con la intención
de que captemos la intensidad amorosa
que tiene lo incierto e inseguro
y que nos otorga, a fin de cuentas, la libertad.
Estamos nosotros y el otro. Nosotros
y esas ideas que podemos establecer
de lo que siempre está más allá,
y que muchos resumen con el nombre de Dios.
viernes, 17 de marzo de 2017
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