Quería aferrarse a la idea
de que sus angustias lo iban a volver,
más tarde o más temprano, un hombre más sabio
y por lo tanto capaz de lidiar con las corrientes
que llevan de un lugar a otro a los hombres
y los abstraen de la posibilidad de elegir por sí solos
con la perenne libertad que tienen los dioses.
Y así se perpetuó en los años.
Y avanzó poco. Pero al final esos pequeños
pasos lo entusiasmaron lo suficiente
como para creer que la posibilidad
de ser más que sí mismo estaba
íntima y cariñosamente en él.
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