que por un momento nos alcanza, en el medio del campo,
lo suficiente como para sentir
la dejadez que puede adquirir el cuerpo
en la medida que deja de buscar algo en especial
y trata de respirar con el pulso que tiene el tiempo,
las cosas, o no sabemos bien qué, si es Dios,
si es la energía misma, o si es la simple situación
de la existencia. Pero como sea, aquí estamos,
por un momento de la mano, uno junto al otro,
sobre el pasto, a la sombra de unos árboles muy grandes,
casi como si no hubiese una distancia entre nuestros latidos.
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