miércoles, 26 de diciembre de 2018

Un olmo en el medio

1
Una imagen capaz de construir más pinturas que en su conjunto formen lo que nombramos cada día. Ese ímpetu por determinar ciertos lugares, ciertos límites.

Hablo del empeño que atraviesa nuestra fragilidad, de esos arranques, de esas figuras hermosas, en un punto sobrehumanas, que nos exigen replantearnos lo endeble, lo frágil, lo que llamamos realidad, composición o rareza del paisaje, o incluso denigrada quietud.


2
El estanque donde los animales permanecen es lánguido. Siempre ajenos a la mezquina maquinaria de nuestros pensamientos, nos miran.

Por lo que parece, han sido puestos para resaltar nuestras pobres acotaciones. Las miles de palabras para cada evento. Las miles de vueltas para afrontar lo que nos impacta.


3
Es difícil amanecer para el silencio; estar sin un deseo, un plan, un objetivo, algo que nos justifique, algo que nos dé un trozo de sentido. ¿Para qué vamos a mentirnos? Vivimos para una grandeza especial que nos permita descansar. Porque eso quisiéramos nada más, descansar, al fin, para el resto de la historia, plácidos.

¿Descansar para renovar fuerzas, y seguir, continuar en la búsqueda de algo?

Debemos aceptar eso. Admitir lo que con tanto esfuerzo hemos moldeado. Lo poco o lo mucho, sin llegar a un final, o a un punto de sosiego.


4
Cuando nos volvemos sobre los años, podemos entender incluso eso: podemos distanciarnos de lo perfecto, de lo absolutamente bello, del golpe, del hito impactante, y podemos caminar por la playa en medio de un día frío que termina con un viento incipiente.

Qué lindo! caminar después de una brutal tormenta, y no agregar nada a lo que sin un tono superlativo vemos.


5
La luz, con tiempo y trabajo, con su constancia, termina por abrazar al día.

La fascinación es el acto, lo será siempre. Aparece sobre la tierra y se ofrece, se vuelca sobre el agua, casi negra, exaltada por el viento, iluminada apenas por un sol que aparece entre las nubes, se anima a ser algo que crece y se abalanza, toca y la tocan, y llega a creer en su propia esencia, en su corazón, en sus rasgos como de miel.


6
¿Notás un acto amoroso que se desliza a través de nosotros y luego se pierde, y a veces reaparece en la forma de una contemplación?


7
Sus jardines son esencialmente felices. Los de la infancia; esas maneras de vivir las cosas, las fugaces historias. Desde chicos prestamos atención a cada fenómeno primordial y novedoso, en esencia, a lo fantástico y vasto, lo aún no experimentado y límpido, siempre listo para ser anunciado por nuestra figura, nuestra presencia y vida, ese tiempo fundamentalmente tiene cierta legendaria contundencia y por eso nos gusta.

8
Pero es cierto que después, una vez pasada la primera crisis resonante, ese tiempo pierde su devoción, se aparta de la novedad y de su poder para atraer a los ángeles.

Y ya no hay dialogo con los ángeles que nos rodean, con su magisterio, con sus voces y sus margaritas, unas altas, a la espera de las próximas lluvias, expectantes como nosotros.

La verdad es que no sabemos ya si hay una fugaz conciencia que atraviesa a las cosas. Pero sí que ellas nos pueden llegar a conmover.


9
¿Están armadas ellas, esas margaritas en función de sus recuerdos?

Se las cultivó con acciones de los cuerpos, con la materia y con el espíritu que viaja con la frecuencia que tiene la mente, sujeta como está, a ver la duración de esos grises atardeceres, silenciosos, esos días frecuentes, grandes, intensamente indelebles, erguidos como las mismas margaritas, dispuestos a agradecerlo todo, a mirar todo, a resonar con la expectante forma que tienen los zorros cuando merodean por los médanos, interesados por llegar a la orilla, deseosos de conocer la continuidad de las olas, dispuestos a sentir sus complejos latidos, blancos y provistos de una espuma que ofrece repetirse.

Hasta que unos y otros esperen con placer días y obras, y el despliegue inagotable de lo que tenemos enfrente, azul, celeste, las partes doradas, y las partes verdosas. Y lo abierto.


10
En lo profundo, las algas se mueven, animosas, así, bellas, al ritmo del océano, silencioso, como esas tardes que esperamos, lucidas en un fondo imaginado como una respuesta espléndida.

Qué buenos sería encontrar lo útil para todo los que nos toca, nos aborda y nos libera de esa construcción tan grande: la tristeza y la alegría. Las categorías.


11
Al discurso lo repetimos; lo hemos escuchado o de alguna forma nos lo han dicho. Hemos elegido ciertos caminos y los hemos seguido. Con dudas, dispuestos al cambio, a recibir más y mejor. Tenemos grabadas las torres soñadas como una convocante alga rodeada de agua.

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