miércoles, 2 de enero de 2019
Frente al lago Roturua
Voy hasta el final del camino donde se ve el lago
y me siento a meditar sobre un borde.
Después de mucho rato logro un estado fantástico.
Creo que nunca pude estar erguido tanto tiempo.
Es por la fuerza de mi propia energía concentrada.
Llega un grupo de japoneses. Los escucho
resueltos a alimentar a una gaviotas.
Cada vez se me acercan más, están cada vez más cerca,
casi me rozan; atraen entre risas a los pájaros.
Quiero agradecer su presencia,
aferrarme a su intromisión
para darle un sentido espléndido.
Pero es en vano.
No vamos a lograr seguramente un estado
de compasión y ternura que nos permita
evadirnos de las vicisitudes de los días
y ya eso no importa
porque toda esa fantástica furia
nos permitirá ir incluso más allá de títulos o lugares
para dejar de lado unas parábolas
que ya no enseñan nada.
Hablo de verdades listas para caer
por un precipicio que espera la llegada del agua.
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