Propósito para los tiempos que siguen: salir de los cánones, ver las construcciones que entablan los sistemas de poder en uno. Esas líneas que nos hacen responder automáticamente según ciertos circuitos que tienden a favorecer sistemas inmensos que a nosotros, como seres únicos, nos llevan a perder nuestra dorada especialidad.
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Es importante ser conscientes de que la mayor parte de nuestros circuitos mentales están determinados por los sistemas de poder.
De modo que si en realidad la energía particular de uno es la diferencia esencial que nos eleva, la ternura, la compasión, son la tabla de salvación para no ser los títeres de movimientos que siempre nos exceden. Para eso conviene apegarnos a nuestro sentir sobre los lazos humanos.
De modo que si en realidad la energía particular de uno es la diferencia esencial que nos eleva, la ternura, la compasión, son la tabla de salvación para no ser los títeres de movimientos que siempre nos exceden. Para eso conviene apegarnos a nuestro sentir sobre los lazos humanos.
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Muy por encima de la posibilidad de entablar relaciones realmente amorosas viven los espacios reservados para los que podríamos llamar: altos dirigentes. Seres que terminan rehenes de los sistemas. Esos sistemas que en diferentes instancias manipulan sus deseos bajo el artilugio de simular que gobiernan los procesos. Porque en verdad los sistemas terminan por fagocitarse a los supuestamente encumbrados.
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Eso ocurre porque no hay un gobierno posible sobre las energías nucleares de un sistema. Y la fuerza de un sistema es muy superior a la de cualquier individuo. Por eso siempre los individuos que los comandan terminan siendo rehenes de una estructura que los excede.
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Como nuestra vida está determinada por la energía que generamos a nuestro alrededor, las dinámicas que establecemos en nuestros días son la clave para dimensionar nuestro mundo energético. Y nuestro mundo energético es esencial porque es el ámbito primordial donde vivimos.
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