Noche. Tormenta al fin. Duerme la tortuga en el balcón y la perra la mira. Día de sumo calor. Día en que intenté sacar lo más provechoso de mí. Estuve un rato en un bar con unos compañeros de trabajo; hablamos de cosas sin importancia, divertidas. Disfruté -después de no menos de veinte años- el trayecto de vuelta a mi casa como pocas veces. Miré la luz impactante en el río. Ayudé a mi hija con sus inquietudes existenciales; repasé con mi hijo su examen de mañana; con mi mujer hice algo amoroso.
Ahora el viento me pega en la cara. Tengo las ventanas abiertas y el aire, por fin más fresco, me baña literalmente. Lo escribo para recordármelo como una señal de algo importante en el futuro.
Archivo del blog
jueves, 12 de diciembre de 2019
Suscribirse a:
Enviar comentarios (Atom)
El examen
Optamos con mi hijo por ir a desayunar afuera, justo en la mesa que ocupa el vértice entre la galería de un costado y mira de frente a la s...
-
El genio rockero me miró con sorpresa y después, víctima de cierta discordancia, tentado, me respondió: “Okay my lord”. Se volteó y preguntó...
-
Una vez levantado de la siesta, y luego de quedarme mirando el techo un buen rato, decidí que lo mejor sería terminar algunos dibujos que te...
-
Viajo junto a un hombre pequeño, de mirada afable, con un gesto de humanidad comprensivo con el prójimo. O al menos lo supongo cuando lo s...
No hay comentarios:
Publicar un comentario