Cuando después de andar un mes por el mundo,
volvés a tu guarida y te das cuenta de que
tu potencia no es muy grande pero tampoco tan pequeña,
que necesitás la elegancia de cierta forma y no de otra,
que las rutinas también son una forma de asentar el espíritu,
y que la movilidad de las cosas es la felicidad de Dios
pero no necesariamente la nuestra.
Y notás que las mil y una noches no ocurrieron
más que en la difusa mente de muchos hombres
que la repiten hasta el cansancio para crear
una dimensión distinta a la muerte.
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domingo, 2 de febrero de 2020
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