Ese punto viene a nosotros de manera, como dije, fugaz y se nos escapa porque no pertenece en realidad a esta vida sino que está alojado en una dimensión muy distinta, y es a lo que aspiran los hombres de una sensibilidad diferente -aunque no sepan que eso buscan, en realidad eso persiguen-, y no tiene nada que ver con determinadas ideas o con algo relacionado con un discurso -que siempre busca un orden determinado- porque en este punto los órdenes no podrían ser comprendidos, y por lo tanto narrados, porque es sabido que, si así fuera, si eso ocurriese, el punto espectacular perdería su encanto (y nadie que aprecie ese punto fabuloso está dispuesto a hacer eso).
Y de todas maneras, ese punto jamás consentiría eso, y ni siquiera él podría hacer tamaña cosa, porque su poder radica en ese misterio que, en definitiva, es el gran Ser supremo que lo sostiene y que desde ya ni él mismo sabe a qué fuerza responde -porque todo en él es un misterio incluso para sí mismo-.
Lo único sabido es que el mayor deleite es estar un poco más cerca de ese punto, que es de una belleza inexplicable, y de un amor -que es lo que es la belleza a fin de cuentas- tan grande, que por eso nos sentimos tan felices cuando algo de su voluptuoso cuerpo nos pasa cerca. En las orillas de mares y grandes ríos por ejemplo.
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