martes, 4 de febrero de 2020

La sensibilidad en uno

Una vez, esto ya no me acuerdo si lo vi o lo leí en algún lado, me enteré de que existe un mundo que es de una fascinación que no cabe en la realidad del universo y está alojado en un punto que no es factible de ser dimensionado, y a veces, en forma muy tenue, vidriosa y sumamente esporádica, lo vislumbramos los seres dotados de una sensibilidad, que en realidad no sé por qué nos viene, ni para qué fines, y ni siquiera sé qué grado de compromiso con la verdad tiene.

Ese punto viene a nosotros de manera, como dije, fugaz y se nos escapa porque no pertenece en realidad a esta vida sino que está alojado en una dimensión muy distinta, y es a lo que aspiran los      hombres de una sensibilidad diferente -aunque no sepan que eso buscan, en realidad eso persiguen-, y no tiene nada que ver con determinadas ideas o con algo relacionado con un discurso -que siempre busca un orden determinado- porque en este punto los órdenes no podrían ser comprendidos, y por lo tanto narrados, porque es sabido que, si así fuera, si eso ocurriese, el punto espectacular perdería su encanto (y nadie que aprecie ese punto fabuloso está dispuesto a hacer eso). 

Y de todas maneras, ese punto jamás consentiría eso, y ni siquiera él podría hacer tamaña cosa, porque su poder radica en ese misterio que, en definitiva, es el gran Ser supremo que lo sostiene y que desde ya ni él mismo sabe a qué fuerza responde -porque todo en él es un misterio incluso para sí mismo-. 

Lo único sabido es que el mayor deleite es estar un poco más cerca de ese punto, que es de una belleza inexplicable, y de un amor -que es lo que es la belleza a fin de cuentas- tan grande, que por eso nos sentimos tan felices cuando algo de su voluptuoso cuerpo nos pasa cerca. En las orillas de mares y grandes ríos por ejemplo. 

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Según avanzaba

  Esa tarde, leo ahora en un cuaderno donde anotaba distintas cosas, mientras pedaleaba, veía unos niños que para evitar la lluvia se oculta...